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Grecia: en las elecciones del domingo falta el color morado y Sissy Vovou, la mujer que quiso enfrentarse a Tsipras

Isabel Cadenas Cañón, Doris Gutiérrez , Enrique Flores.Atenas.

Martes 27 de enero de 2015

Dos articulos muy interesantes y actuales:

Grecia: en las elecciones del domingo falta el color morado y Sissy Vovou, la mujer que quiso enfrentarse a Tsipras

Estos días nos hemos estado reuniendo con algunas feministas griegas. El movimiento feminista ha unido sus fuerzas con luchas sociales encabezadas por mujeres como, entre otras, la huelga de las casi 600 trabajadoras de limpieza del Ministerio de finanzas que fueron despedidas en 2003 para poner sus puestos de trabajo en manos de una empresa privada.

Tanto desde el sector autónomo como desde el sector que está dentro de Syriza, el feminismo se enfrenta a la fórmula, tan habitual, del "ahora no toca": la maquinaria electoral impone, como siempre, unas prisas de las que sólo se benefician las fórmulas patriarcales propias de la política institucional tal y como la conocemos.

Ante esta situación, el comité editorial de la revista del movimiento autónomo, Το Μωβ (To Mov, que significa "Morado" en griego) publicó ayer un editorial que denuncia la falta de atención que se ha prestado a los derechos de las mujeres en la campaña electoral. Así que lo hemos traducido y a ellas les cedemos este lugar en la entrada del día 4.

Grecia: en las elecciones del domingo falta el color morado

Isabel Cadenas Cañón, Doris Gutiérrez , Atenas.El Diagonal

No somos un partido, y no escribimos en apoyo a ningún partido en las próximas elecciones, pero somos ciudadanas activas e interesadas en cuanto se dice y se hace. Nosotras, miembras del comité editorial de To Mov y de su revista electrónica, simplemente nos preguntamos acerca del momento. Porque estamos muy interesadas en muchos problemas que, o no se discuten, o se esconden deliberadamente en los debates preelectorales en los medios de comunicación.

Creemos que los intereses cotidianos de las personas están siendo eclipsados por un discurso cuyas prioridades no se corresponden con lo que afecta a sus vidas –y el resultado de las próximas elecciones va a tener un gran impacto en esas vidas–. No hay duda de que el tema económico es clave y decisivo para la ciudadanía, puesto que constituye la base del bienestar social en la sociedad capitalista contemporánea, en la que la producción de mercancías y servicios son la base de la vida social. Pero ¿qué significa exactamente esa producción de mercancías y servicios y de qué manera se calcula su magnitud económica?

Desde los partidos políticos nunca se habla del trabajo no remunerado de las mujeres en los hogares, en la familia, en los negocios familiares, en las granjas. Sólo un ejemplo: una enfermera en el hospital de Evangelismos cuida a las personas enfermas y gana un salario por este trabajo –si bien su remuneración es de media un 25% más baja que la de sus colegas hombres–. Pero la hija de Juan, que está en el mismo hospital, junto a la cama del padre, haciendo casi el mismo trabajo que la enfermera, no recibe ningún salario y, de hecho, su trabajo ni siquiera se considera trabajo. El trabajo de un restaurante se considera un negocio y se incluye en el cálculo del PIB. La mujer que cocina cada día para su familia, a menudo después de haber trabajado fuera de casa, tampoco es considerada una trabajadora, y su actividad no se incluye en el PIB.

Las mujeres nos enfrentamos, hoy, a las repercusiones del colapso del estado social y del sistema nacional de salud, que nos obligan a remplazar los cuidados sociales que antes proporcionaba el Estado por nuestro propio trabajo –ya que, por desgracia, los hombres no comparten tales responsabilidades–. La violación de nuestros derechos laborales permite que los empleadores actúen de manera arbitraria y discriminatoria, a la vez que se reducen las estructuras de apoyo a las víctimas de violencia machista o del tráfico de mujeres. Si bien esto ya sucedía durante la crisis, el deterioro durante los último 4 años es significativo.

Hay temas de los que no se ha oído hablar en la campaña electoral: la desigualdad salarial, la violencia machista, el trabajo doméstico no remunerado. Ni siquiera hemos oído promesas de cambio sobre ninguno de estos temas. En el mismo sentido, algunos partidos políticos proclaman la redistribución de los recursos entre personas ricas y pobres, pero todos se olvidan, sistemáticamente, de la redistribución entre hombres y mujeres, a pesar de que esta desigualdad está documentada y calculada –y eso dejando de lado el trabajo doméstico no remunerado–.

Ante los discursos de economistas sobre temas "serios", las mujeres nos sentimos culpables y llegamos a pensar que se trata de asuntos diferentes que sólo pertenecen a la cotidianeidad, que sólo se discuten en el ámbito personal. Pero dejemos de lado, por un segundo, al patriarcado y las diferencias de género: ¿Por qué no hemos oído nada sobre cultura durante los días previos a las elecciones? ¿Acaso la cultura no es un elemento necesario? ¿acaso a la cultura no le influyen las decisiones políticas, tanto económica como ideológicamente?¿o acaso los derechos humanos, de los que se ha hablado tan poco durante la campaña, no guardan relación con los acontecimientos políticos? Hay más de 4.000 migrantes indocumentadas detenidas. Son tanto hombres como mujeres, pero este tema sólo ha despertado el interés en los debates o en los discursos públicos para criminalizar a estas personas.

Sale un anuncio en la televisión: unas personas ancianas hablan sobre el recorte a sus pensiones y de que no pueden pagar sus medicinas, pero no hay ninguna referencia al aspecto psicológico, o a la soledad en la que viven hoy, en Grecia, la tercera edad.En el tema de armamento, es decir, en el tema del dinero y de la muerte, los partidos parecen estar todos de acuerdo con la necesidad de la ingente cantidad de armamento que tiene en este momento nuestro país. Es cierto que algunas mujeres, durante la campaña electoral, se han referido a estas cuestiones, pero su discurso se toma como un discurso devaluado y, en última instancia, irrelevante respecto a las "prioridades" actuales. Si las cuestiones sociales nunca han sido una prioridad, hoy lo son menos aún.

En el lado opuesto está, por ejemplo, el discurso de la Iniciativa Feminista de Suecia, que consiguió un 5% en las últimas elecciones y cuyo programa incluía todas las demandas sobre derechos de las mujeres y derechos humanos. Esperemos que a Grecia le llegue, también, este momento, estas ideas o, incluso, ese tipo de estructuras. Mientras tanto, el sábado nos iremos a dormir con un parlamento formado por el 21% de mujeres, si bien las mujeres constituimos el 51% del censo electoral. Y nos preguntaremos si, cuando despertemos, el parlamento conseguirá tener una representación igualitaria de mujeres y de hombres, o si seguirá exactamente igual.

Un artículo pasado de nuestra revista sobre Alexandros Papanastasiou habla de cómo los derechos de las mujeres y el derecho al voto femenino está presente en la esfera política desde principios del s. XX. Desde entonces hemos ganado muchos derechos, pero seguimos siendo minoría en los lugares de toma de decisión, siendo el parlamento el mayor ejemplo. A pesar de todo esto, seguimos luchando por un cambio en la composición del futuro parlamento, seguimos reclamando más mujeres electas: mujeres que tengan un discurso global, que apoyen los derechos y el igual bienestar de toda la ciudadanía, hombres y mujeres.

Votamos por las mujeres.

Votamos por aquellas mujeres que no necesitan plegarse al discurso y al rol masculino dominante para ser reconocidas.
El comité editorial de To Mov.

Sissy Vovou, la mujer que quiso enfrentarse a Tsipras

Isabel Cadenas -La Marea

Todos los caminos del feminismo griego conducen a Sissy Vovou. Si realmente quieres comprender la posición del feminismo ante las elecciones del 25 de enero, tienes que hablar con ella, me habían recomendado varias mujeres, de generaciones y países diferentes. Cuando por fin nos comunicamos, sus respuestas fueron breves, contundentes, con cierto aire marcial. We will welcome feminists if they come to Greece, they can come to contact with me, decía el primer email que me envió.

No la busqué en internet hasta unos días después de empezar nuestra correspondencia electrónica –raro en mí, que no suelo dejar pasar más de 10 minutos antes de husmear vidas ajenas en ese gran patio vecinal que es la red. Cuando puse su nombre en el buscador, me enteré de que Sissy era o había sido parte, entre otros movimientos, de la Iniciativa Antinacionalista-antimilitarista griega, de la Marcha Mundial de las Mujeres, del Foro Social Griego, del Comité contra los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004, de la acampada en la plaza Syntagma, del movimiento contra el Tratado Trasatlántico TTIP, del movimiento antifascista, de la Iniciativa Feminista contra la violencia machista.

Y de Syriza. No sólo eso: por internet supe que, en el congreso fundacional del partido, en 2013 (en el que se disolvieron los 14 partidos que habían formado hasta entonces la coalición), fue la candidata a presidir la organización, frente a Alexis Tsipras.

Cuando llego a Atenas, me cita en la plaza Monastiraki, donde está repartiendo publicidad de Syriza para las elecciones del domingo. Tiene unos 60 años, aunque luego me entero de que son 65, y viste divertida: tiene el pelo corto, unos pantalones de tres cuartos que dejan ver calcetines de rayas y botines de tacón. Lleva unas gafas de sol amarillo fluorescente. Confirmo lo que ya intuía: que, con ella, va a ser imposible una simple entrevista, y que hay que pasar, directamente, a la charla –no en el sentido unidireccional de quien da una charla y sienta cátedra, sino en el sentido íntimo del charlar en sororidad. Así que nos citamos para el día siguiente, a la misma hora, en la misma plaza, donde estará haciendo exactamente lo mismo; y desde allí nos vamos a su casa.

De camino, me ayuda a comprar una tarjeta de teléfono, charla con el taxista sobre política –va a votar a Syriza, aunque no le gustan los inmigrantes, me dice luego–, se agacha a recoger un papel en el suelo y lo tira a la papelera. En el portal nos espera su amiga Katherina, una médica jubilada que ahora trabaja como voluntaria en la primera clínica social que se creó en Atenas –la segunda del país, implantada en una base militar que abandonó en los 90 el ejército estadounidense. Ha venido a peinarla para el mitin de cierre de campaña de Syriza, esa tarde, en la plaza Omonia.

Entre los libros de su salón, presidido por un retrato de Rosa Luxemburgo, hay varios lomos con estrellas rojas y un montón de archivadores con el símbolo feminista escrito con rotulador. Hay libros y tazas encima de la mesa, carteles en varias esquinas, y ella señala una bolsa de plástico grandísima que bloquea la entrada: lo siento, son ayuda humanitaria, las tengo que llevar a la cárcel. “Sissy no es una buena ama de casa”, dice riendo Katherina.

Lo que sí es Sissy es una comunicadora imponente. Cuando le pregunto por las reivindicaciones del movimiento feminista ante la crisis, me las dice de carrerilla y después cuenta con los dedos, por si se le ha olvidado alguna.

La lista iría así:

1) Conseguir que más mujeres accedan a puestos de toma de decisión. En el parlamento griego, por ejemplo, sólo hay un 21% de mujeres. Pero es aún peor en el caso de los sindicatos, que ella compara con el monte sagrado, aquel monasterio de Japón donde, desde hace siglos, está vetada la entrada a las mujeres.

2) La redistribución igualitaria de recursos entre hombres y mujeres. En la Grecia actual, las mujeres ganan un 75% de lo que ganan los hombres en los mismos puestos y con los mismos horarios.

3) La implantación de políticas más duras contra la violencia machista, que ha crecido exponencialmente con la crisis: la falta de recursos hace más difícil a las mujeres escapar de situaciones de violencia y las reformas laborales hacen que sea más difícil denunciar situaciones de acoso sexual en el trabajo.

4) La lucha contra la homofobia. En Grecia no están reconocidas las uniones civiles de las personas del mismo sexo. Syriza propuso una ley de parejas de hecho, pero no fue aprobada por el parlamento.

Sissy deja para el final el tema sanitario. La crisis, o, mejor, las políticas de austeridad que la Troika ha impuesto al gobierno griego con la excusa de la crisis, han empeorado considerablemente las condiciones sanitarias del país: el aborto –legal hasta el tercer mes de gestación, desde 1986–, que antes era gratuito, ahora cuesta 300 euros a las ciudadanas griegas. Para las extranjeras, 600: una ley aprobada hace tres años obliga a las personas extranjeras a pagar el doble que las griegas en los hospitales públicos. La píldora ha dejado de ser gratuita, han desaparecido los centros de planificación familiar.

La situación interna de Syriza respecto al feminismo no es muy optimista, me había advertido ya por email. Y ahora, en persona, le pido que profundice –uno de los motivos que me trajeron a Grecia fue aprender las lecciones de un país que estaba viviendo lo que viviríamos nosotras un año después. Sissy, claro, no tiene ningún problema en contarme la realidad de Syriza: hasta 2010 había sido más fácil presionar para que se incluyeran medidas feministas a nivel de funcionamiento interno, pero desde que se entró en la carrera electoral, otra vez le ha llegado el turno al “ahora no toca”. De hecho, Sissy abandonó su puesto como responsable de políticas feministas del partido en 2012, cuando la propia red de mujeres de la organización se disolvió. “Yo tengo como una doble identidad: milito en Syriza, pero también en el movimiento autónomo, y ahí es donde más cómoda me siento”.

Le pregunto por su candidatura a presidir el partido, en 2013, y me cuenta que fue una decisión personal, muy meditada, necesaria. Como en ese momento no había estructura de feminista, algunas compañeras dentro de Syriza querían visibilizar la precaria situación de las mujeres en el partido. En 1987, Synaspismos –antecesor de Syriza– había establecido una cuota mínima de 1/3 de mujeres en todas las estructuras de la coalición. En el congreso de 2013, esa cuota se llegó a cuestionar. A pesar de que fue ratificada, en la actualidad no se cumple en el consejo político del partido, donde las mujeres sólo representan el 16% del total.

En aquel congreso fundacional de 2013, obtuvo un 4.69% de los votos, frente al 74.08 % de Alexis Tsipras . Ella dice que fue toda una victoria, “teniendo en cuenta que Tsipras es dios”, dice seria. Después de presentarse tuvo que aguantar los intentos de marginalización por parte de algunos de sus compañeros, y hasta llegó a extenderse el rumor de que la habían expulsado de la tendencia a la que pertenecía, de orientación trotskista. Aun así, cuando le pregunto si Syriza se diferencia del resto de partidos griegos en cómo trata el feminismo, su sí es rotundo: a pesar de que sea baja, hay más representación femenina que en el resto de partidos, los derechos de las mujeres están presentes, y hay feministas que luchan a diario en la organización. No te olvides de que estamos en Grecia, me repite varias veces durante nuestras conversaciones.

Al irme de su casa, insiste en acompañarme hasta el metro, porque tiene que llevar unos folletos de Syriza a una amiga que los va a repartir en el barrio: “Necesitamos conseguir mayoría absoluta, y estos últimos días son clave, así que no podemos parar”. Entonces me doy cuenta de que vive al lado del bar To Pagaki, una cooperativa a la que llevaba días intentando ir pero que siempre me quedaba demasiado lejos y que ahora aparecía ahí, al cruzar la esquina, como por arte de magia. Ella sonríe y me dice que siempre tiene suerte y que me acostumbre porque esas cosas son normales en ella. Cuando nadie consigue aparcar, me dice, yo siempre encuentro un hueco.

Entiendo perfectamente esa sensación: de pequeña, yo siempre acompañaba a mi padre a aparcar porque creía que tenía poderes para encontrar huecos; y lo sigo creyendo. Así que me sale de manera natural, preguntarle qué día es su cumpleaños. Mi miedo a que se ría de mi esoterismo se esfuma cuando me dice que es el 7 de marzo. El mismo día que el mío. Considero que tanta complicidad me autoriza a pedirle un consejo. “Lo único que va a imponer políticas feministas en el ámbito institucional es la fuerza del movimiento fuera”, me dice, entre otras muchas muchas cosas.

Al día siguiente, cuando me despierto, tengo un email suyo en mi bandeja de entrada: Yesterday, wonderful, termina.


Ver en línea : Más información en: “Contar Grecia: un proyecto de crónica híbrida, personal, colectiva”