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Feminismo y androcentrismo en el sistema educativo

Domingo 18 de noviembre de 2012

ESTHER RUBIO HERRÁEZ. Frente a las nuevas críticas y a los desafíos del presente, se han ido recuperando viejas tradiciones que remiten a ideologías y prácticas caducas basadas en viejos privilegios, dejando de lado la apertura de horizontes que suponen la diversidad y la pluralidad

De la educación se habla mucho en la actualidad pero, ¿que está ocurriendo en la práctica?

Es cierto que aparentemente se le da mucha importancia pero el caso es que, en las últimas décadas, la tendencia neoliberal se ha impuesto a las tendencias progresistas en la educación escolar. De hecho, frente a las nuevas críticas y a los desafíos del presente, se han ido recuperando viejas tradiciones que remiten a ideologías y prácticas caducas basadas en viejos privilegios, dejando de lado la apertura de horizontes que suponen la diversidad y la pluralidad.

Diciéndolo lisa y llanamente, la pretensión es poner la educación -desde la infantil a la Universidad- al servicio del mercado, tanto en lo que se refiere a quién la administra y gestiona como a sus principios, objetivos y contenidos. Con ello, se intentan relegar los logros del siglo XX, los cuales han supuesto una educación más equitativa, más integradora, más socializadora y más humanista. Esto es, se trata de dejar de lado los principios de una enseñanza dirigida al desarrollo de las facultades que cada persona precisa para comprenderse y dar sentido a su vida y a la de "los otros" de forma satisfactoria y para comprender el mundo -natural y social-, un mundo compartido. Diría más, lo que la escuela neoliberal está potenciando es una vuelta atrás restaurando un modelo educativo elitista, al proponer una división de la enseñanza: una enseñanza académica y otra basada en las antiguas escuelas de aprendices, por decirlo sin muchos rodeos. Esta fractura es claramente visible en la práctica. No hay más que ver las políticas educativas que, con más o menos éxito, se intentan imponer y en las que predomina la formación para el trabajo de acuerdo con las propuestas del mundo empresarial.

¿Todo esto afecta de forma diferente a las niñas y a las mujeres que a los niños y los hombres?

Sin duda que sí. Para empezar, las políticas públicas de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres están en cuestión si la propuesta es, en el caso más extremo, segregar por sexos para educar según los modelos femeninos y masculinos tradicionales y, en el otro, restablecer la supuesta neutralidad que, por cierto, tanto ha costado desenmascarar, ignorando la existencia del sexo femenino en las aulas e imponiendo normativamente el modelo masculino dominante.

Aun cuando se está homogenizando, ¿por qué las estudiantes siguen optando, mayoritariamente, por carreras relacionadas con las Humananidades y las Ciencias Sociales? O, dicho de otro modo, ¿por qué son minoritarios los estudiantes que optan por las Ciencias Humanas y Sociales?

En efecto, esa homogenización, con la ruptura de estereotipos sexistas que ha supuesto, ha sido uno de los logros del siglo pasado y es un proceso en marcha, pero para comprender su significado hay que ir más allá de los números, porque estos no ‘hablan por sí mismos’ como comúnmente se dice. Hay que interpretarlos para conocer sus causas y consecuencias. ¿Cuáles son estas? Pues, unas cuantas. Y vale decir que todas ellas relacionadas, en mayor o menor medida, con los papeles sociales asignados a mujeres y hombres. De acuerdo con éstos, se va a establecer históricamente una educación institucional, primero, solo para el sexo masculino y, después, cuando se incorpora el sexo femenino, segregada y diferenciada, esto es, marcada por los estereotipos sexistas. Pensemos, por ejemplo, en los orígenes de la educación escolar femenina en España. Se estableció, como es sabido, con la Ley Moyano del siglo XIX que declaraba obligatoria la enseñanza primaria para niños y niñas, pero en escuelas separadas y con programas diferentes: en el caso de las niñas, las materias relacionadas con el campo científico debían ser sustituidas por las labores propias de su sexo y por la enseñanza del catecismo.

No obstante, en España actualmente el 50% de las chicas -y a veces más- se decantan por las ciencias ‘duras’ y las carreras tecnológicas, con la excepción de las ingenierías. Las razones que las impulsan son complejas e imposibles de explicar en este pequeño espacio, pero sí señalaré que tienen que ver con las potenciales salidas profesionales, muy marcadas por un mercado laboral que intenta instrumentalizar un sistema educativo orientándolo hacia una formación científica-tecnológica funcional a ese mercado. Diciéndolo con un poco más de mordiente, la simplista división del conocimiento en ciencias y humanidades, estableciendo la superioridad de aquellas sobre estas, ha llegado a un mercado que determina lo que es útil y tiene valor -las ciencias y las tecnologías-, y lo que es considerado, sin muchas distinciones, superfluo e inútil -las humanidades- por su falta de aplicación práctica, poniéndolas al nivel de un lujo prescindible.

¿Cómo considera que puede afectar, para la elección de las futuras carreras y profesiones, la existencia de centros educativos segregados por sexos?

Propuestas educativas como estas no ocurren por casualidad, como tampoco su reactivación en tiempos de crísis. En el contexto actual es fácil visibilizar estos intentos de marcha atrás, que nos retrotraen al siglo XIX, ya que en el fondo subyace el antiguo miedo a que las mujeres abandonen el estatus convencional que las encadenaba al matrimonio y a la maternidad, impidiendo su emancipación y seguir sus deseos de libertad. En consecuencia a la lucha contra las desigualdades se oponen obstáculos para impedir los cambios.

¿Cómo se está aplicando la Ley Orgánica de Igualdad 3/2007 en los diferentes niveles educativos de la educación formal, incluida la Universidad y la implantación del llamado Plan Bolonia?

Conviene aquí señalar que en los últimos decenios del siglo pasado ocurrió, al menos en Occidente, algo novedoso: apareció el feminismo de Estado, que ha consistido en que algunas reivindicaciones feministas fueron asumidas, parcialmente, por el propio Estado y que han ido siendo plasmadas en leyes como ésta -para la igualdad efectiva entre mujeres y hombres- que señala. Entre esas reivindicaciones asumidas institucionalmente, la igualdad de oportunidades entre los sexos en la educación es una de las que han sido recogidas. Cabe decir que, dado que ya había un trabajo previo que se venía desarrollando en la educación escolar desde el I Plan para la igualdad de las mujeres del Instituto de la Mujer, aquí había un terreno abonado. En cuanto a su aplicación, es sabido que es muy variopinta, dependiendo del compromiso político de las Comunidades Autónomas, que son las que tienen las competencias en educación. En todo caso, es un trabajo con avances y retrocesos que muchas veces depende de la buena voluntad del profesorado y, en particular, de las mujeres que participan en los centros: profesoras, alumnas y madres.

En las universidades, los intentos de introducir cambios en los currículos académicos, bien sea integrando la perspectiva de género, como preconiza la Unión Europea, o introduciendo la dimensión feminista, en la que trabajan algunos institutos y seminarios universitarios específicos, están encontrando muchas resistencias y los éxitos son escasos. Asimismo, la pretensión de introducir grados específicos, aprovechando el Plan Bolonia, no ha tenido eco en las instituciones responsables. No obstante, hay que señalar que en algunas universidades se están desarrollando asignaturas que integran el género y el feminismo y también se están impartiendo másteres específicos.

Con todo, es preciso señalar que se han abierto nuevas vías para el acceso y la continuidad de las mujeres en la educación y en el empleo. Sin embargo, tanto en el sistema educativo como en el mercado laboral las desigualdades entre los sexos están en la base de sus propias estructuras, las cuales, siguen manteniendo la brecha que separa lo público de lo privado. Por poner un ejemplo muy en el debate del presente, los hombres no tienen que ocuparse de la vida familiar, esta sigue estando, mayoritariamente, a cargo de las mujeres como si de una obligación se tratara. Y esa es una realidad cotidiana que, dicho sin rodeos, se da por supuesta en el mercado laboral y, de forma más o menos explícita, es trasmitida por el sistema educativo a través de sus enseñanzas. Lo cual no ocurre sin consecuencias negativas para ellas.

¿Podría señalar lo que ha supuesto aprender, estudiar e investigar para las mujeres?

Diría, en primer lugar, que el acceso al saber, aunque sea androcéntrico, ha sido fundamental para la emancipación de las mujeres y para abrir vías a su libertad. Las nuevas observaciones han proporcionado nuevos datos que han permitido reformular las preguntas para interpretar el mundo, a las mujeres y hombres que lo habitan, así como las relaciones entre los sexos, desde una perspectiva nueva. Esto ha hecho posible un cambio en la mirada, una reorientación del foco para iluminar lo que quedaba en la oscuridad. Todo ello ha provocado cambios, a veces poco visibles, que no solo afectan a las mujeres sino a toda la humanidad. Son cambios de pequeños pasos, por así decirlo, pero que hoy en día impregnan a la sociedad en su conjunto, y se deben a una lucha y a un trabajo constante básicamente de las mujeres. Quiero resaltar esto porque comunmente estos cambios se atribuyen a otras causas, se consideran como hechos ’naturales’ de la evolución de la humanidad, y así se oscurece la contribución histórica femenina a esos cambios.

¿Cómo incide todo esto en la educación institucional?

En el caso de la educación, cabe decir, aunque suene un poco retórico, que las nuevas investigaciones siguen desvelando las viejas desigualdades. Los estudios más recientes muestran que en ella perdura el desequilibrio entre el poder y la autoridad, por así decirlo, y que el desplazamiento del androcentrismo es lento.

También muestran que, por lo general, en los centros escolares existe una tendencia de los chicos a dominar, a imponerse sobre las chicas. No obstante, lo novedoso es que a unas y a otros les interesa debatir estos temas, lo que probablemente indica que no les satisfacen los modelos dominantes que les son asignados.

¿Qué aspectos destacaría en el cambio generacional de las jóvenes de hoy?

En la actualidad, son hechos demostrados que las niñas y las mujeres, por lo general, están más motivadas en los estudios que los niños y los hombres. Y esto ocurre en todos los niveles educativos. Las jóvenes eligen una carrera profesional en función de sus intereses. Son cada vez más las que ya no ponen la idea de formar una familia por delante de los intereses personales y profesionales. Tienen un nivel de exigencia alto y buscan alcanzar sus expectativas profesionales sin los límites tradicionales. Buscan, en definitiva, una carrera propia no condicionada por la prioridad de su compañero, como sucedía en las generaciones anteriores.

De manera que las jóvenes contemporáneas, en la medida en que gozan del desplazamiento ascendente de las mujeres a lo público, viven la paradoja de un modelo que, a la vez que las mantiene en una situación de desigualdad, les proporciona ventajas personales, como son la independencia económica, una mayor autonomía y, en definitiva, una mayor libertad. Ventajas que no conozco a ninguna que las quiera perder. Esto está bastante claro. Lo que no lo está tanto, a mi modo de ver, es si conocen y valoran cómo se ha llegado hasta aquí. Quiero decir, ¿qué saben de sus antepasadas y del largo y costoso camino recorrido para su consecución? Y no me refiero solamente al reconocimiento sino sobre todo a la necesidad de entender que lo conseguido no es definitivo, que puede haber marcha atrás. De hecho así ha ocurrido en el recorrido histórico del feminismo, por lo que pienso que no es aventurado decir que el momento presente es de lo más propicio para que se produzcan retrocesos significativos. Por eso, no está de más recordar que el camino no es lineal, que en su construcción hay que superar crestas y valles, como si de olas se tratara: las olas vienen de lejos, suben y bajan pero continuan avanzando hasta alcanzar la playa.


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