Federación Estatal de Organizaciones Feministas

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AFGANISTÁN

Acoso callejero contra las mujeres

ALI SHAHIDY

Lunes 10 de diciembre de 2012

Las mujeres en Afganistán sufren muchas formas de violencia, una de las cuales es el acoso callejero: un choque diario entre chicas/mujeres y desconocidos. El acoso callejero es la forma de violencia que menos atención recibe en Afganistán por parte del sistema judicial nacional, de las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres y de la sociedad civil. En el plano terminológico, ni siquiera la expresión “acoso callejero” (“jiaban azaari”) figura en los textos legales afganos. Hace muy poco, sin embargo, un grupo afgano de defensa de los derechos de las mujeres, denominado Jóvenes Mujeres por el Cambio, ha llamado ampliamente la atención sobre el fenómeno del acoso callejero con distintos medios: carteles, campañas, marchas, entrevistas, programas de televisión, sondeos e incluso algunos documentales.

El acoso callejero –trivializada por parte de muchos– es la forma de agresión sexual cotidiana más invisible para las autoridades y cuyos causantes nunca son sancionados a pesar de las terribles consecuencias que produce en sus víctimas. A éstas, apenas se le presta atención porque en un país patriarcal como Afganistán son los hombres los que desempeñan la mayoría de ocupaciones en la esfera pública y en las calles, y no son ellos los que sufren las consecuencias. Lamentablemente, las víctimas no reciben nunca compensación alguna por los daños sufridos.

¿Qué es el acoso callejero? La antropóloga Micaela de Leonardo es autora de la mejor definición operativa: el acoso callejero se produce cuando uno o varios hombres desconocidos abordan a una o varias mujeres en el espacio público, fuera de su puesto de trabajo. Con sus miradas, palabras o gestos, el hombre afirma su derecho a desviar la atención de la mujer, poniéndola como objeto sexual y forzándola a interactuar con él. De hecho, el acoso callejero confiere al espacio público una dimensión sexual en el que promueve el dominio de los hombres sobre las mujeres. Otra definición más amplia del acoso callejero afirma que es tanto un lance sexual indeseado como una intrusión no solicitada de los hombres “en los sentimientos, los pensamientos, las actitudes, el espacio, el tiempo, las energías y los cuerpos de las mujeres”.

¿Qué hace la diferencia en Afganistán?

Afganistán, un país dominado por los hombres y profundamente tradicional, es una tierra en que se producen muchas violaciones de los derechos humanos. Parte de estas violaciones conforman la categoría de violencia machista que abarca de por sí diversas formas. El acoso callejero, como agresión sexual, es otra forma de violencia machista que constituye una experiencia cotidiana para toda mujer afgana. Existen varios factores que refuerzan el acoso sexual en Afganistán. En primer lugar está la teoría sociocultural basada en la idea de que el acoso en público sirve para recordar a las mujeres que están quebrantando la función del sexo femenino por el mero hecho de estar en la calle. En otras palabras, según los hombres el papel de las mujeres se circunscribe exclusivamente a atender al hogar y a sus obligaciones familiares dentro del hogar. Esto salta a la vista en la mayoría de zonas rurales y en gran medida también urbanas, donde se quiere disuadir a las mujeres de abandonar la esfera privada del hogar sin ir acompañadas. Y las mujeres que pasan un tiempo significativo en la calle son consideradas prostitutas. Por otro lado, esta teoría propone que el acoso callejero es una manera de reafirmar el dominio masculino y las normas que lo aseguran.

La ausencia de una normativa legal particular sobre el acoso callejero en Afganistán es otra de las razones por las que este fenómeno está tan generalizado en este país. El acoso callejero constituye de hecho una flagrante violación de la norma social de la privacidad o intimidad. Sobre todo, la falta de conciencia de las propias mujeres sobre las consecuencias perjudiciales de este fenómeno es otro factor importante que favorece la continuidad del mismo, en particular porque el acoso callejero ha pasado a formar parte de su vida cotidiana. El silencio de las mujeres ante el acoso callejero no solo contribuye a reforzar esta actitud, sino que también favorece el sistema de terrorismo sexual.

Las consecuencias sociales del acoso callejero pueden estudiarse en un contexto determinado en el que sea posible examinar sus efectos últimos. En este sentido, las presiones mentales pueden servir de contexto en el que pueden estudiarse los efectos sociales y las consecuencias perniciosas de este fenómeno. Entre las secuelas que produce el acoso callejero en sus víctimas se halla la imagen autoobjetivadora de las mujeres, agorafobia y el temor a la violación. Cuando las mujeres escuchan comentarios de desconocidos sobre su físico, reciben la imagen de que son objetos sexuales y de que su sexo es lo más importante que tienen. Les hace autoconcienciarse de su sexualidad y de su vulnerabilidad. Lo que incrementa las secuelas destructivas del acoso callejero es el temor a la violación. Normalmente, cuando una mujer se ve acosada en la calle, lo siguiente que piensa es si va a ser víctima de un ataque sexual. La frecuencia de estas experiencias está asociada a una pérdida de la sensación de seguridad en los lugares públicos, a un aumento del temor a un ataque sexual y a problemas de agorafobia.

¿Qué medidas pueden tomar las defensoras y defensores de los derechos de las mujeres y las autoridades para hacer frente a esta lacra social? El simple hecho de calificar el acoso callejero de “dañino” ya sería un primer paso hacia su eliminación. Sin embargo, reconocer el carácter dañino del acoso callejero y calificarlo de dañino no es un proceso sencillo. Por ejemplo, las defensoras de los derechos de las mujeres y los órganos judiciales no prestaron atención al acoso sexual ni reconocieron el término hasta que se observaron por primera vez sus consecuencias fatales. La importancia de esta tendencia también puede contribuir a la eliminación del acoso callejero por la vía del reconocimiento de su carácter dañino y perjudicial.

La participación mutua y creativa de mujeres y hombres en el espacio público, particularmente en centros de enseñanza, lugares de trabajo, bibliotecas, etc., el desarrollo de programas de concienciación y de educación de las mujeres sobre el tema del acoso callejero, la calificación del mismo de anomalía social, promulgando leyes específicas y fomentando el empoderamiento de las mujeres, son otras tantas medidas recomendadas para combatir el acoso callejero.

25/11/2012

Traducción: VIENTO SUR


Ver en línea : Young Women For Change